El sindicalismo puede definirse, en un plano general, como un instrumento colectivo de defensa de los intereses materiales y morales de un grupo de asalariados, organizados por oficio o por rama de actividad o, cada vez más durante el siglo XX, sobre una base intersectorial. Muy pronto, desde finales del siglo XIX, e independientemente de los regímenes políticos en los que se desarrollaba, las y los militantes sindicales se plantearon la cuestión de las modalidades de acción colectiva y de defensa del movimiento obrero, entendido en el sentido amplio del término. La acción del Primero de Mayo en Chicago en 1886 y la masacre de Haymarket Square que siguió el 4 de mayo fueron, en este sentido, momentos fundacionales del periodo al que se dedicará el Coloquio internacional. La problemática del repertorio de acción, de la violencia de clase y de la acción directa va a atravesar todo el siglo XX, tanto en Europa como en América y el Caribe, donde se estructuran o consolidan las primeras corrientes sindicales. Después de la Segunda Guerra Mundial, y en particular en el contexto de las diversas revueltas sociales que caracterizaron los "años 1968", este tema se reactivará en los países centrales del bloque occidental, en los países del Sur y también al Este de la Telón de Acero. Esta larga secuencia terminó en la década de 1980, marcada por los últimos movimientos colectivos de resistencia a la imposición de la "revolución conservadora" y el neoliberalismo. Podríamos pensar en las grandes huelgas de la industria siderúrgica de Lorena (Francia) entre 1978 y 1979, en el movimiento de los mineros bolivianos contra la privatización de COMIBOL en 1984 y, por supuesto, en la gran huelga de los mineros británicos de 1984-1985, por mencionar sólo algunos de los movimientos más emblemáticos de las tendencias hacia una confrontación radical que superaba los marcos sindicales y políticos mayoritarios existentes.